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C G Lahoz
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Me desvisto de la piel con la que vivo. La no inmaculada, la tachonada de días, cincelada de recuerdos, desmemoriada a veces en el roce de dedos. La que se abre a los labios que liban olas de galerna que comienza en mis ojos. Piel que duele con la música, que se queja y gime sin el roce de otra piel, que tirita tibia en la presencia de él, el que vino desnudo de sentimientos. Me desvisto y es entonces cuando me hago visible.
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