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jueves, 12 de diciembre de 2013





Si yo pudiera, si por un momento mi boca fuera como mis dedos, capaz de decir lo que pasa por mi cabeza, no tendría esa dificultad para decirte. Podría decir te quiero, pero eso es algo fácil de decir, podría decir que tengo que vivir descalza para no correr hacia ti, que se diluyen mis palabras para explicar mis suspiros, que mis gemidos son producto, suma, resta, pero nunca división. Que el cielo es verde y el césped azul porque vivo haciendo el pino, equilibrista en el mundo de no decir, de escribir para nadie. Pero todo esto ya lo han dicho antes. Busco y rebusco en mis tripas, borro lo escrito que alguna vez salió de alguna boca y me queda la página en blanco. Empiezo de nuevo. 
Me gustas como la vida, como me gusta estirarme por las mañanas, como el café con leche en el desayuno, el sol en la piel y el aire en mi pelo. Me gusta tu risa y como encojes los hombros cuando algo te es indiferente, me gustan todas tus paginas en blanco y las de los apuntes sin borrones. Si un día pudiera decirte, te diría me gustas.


sábado, 30 de noviembre de 2013







Era una mujer de silencios, de ojos vacíos y mirada al techo. El pensó que era una mujer fría, le gustaba imaginarla como una "femme fatale". Una mujer capaz de mantenerse ajena a sus tiernas caricias. Una mujer que no se miraba en sus ojos queriendo zambullirse en ellos, como él lo hacia en su cuerpo.
Ella, con su piel de vinilo, que provocaba en él un miedo infantil a verla fundirse en sus abrazos. Ella, que se giraba a la izquierda sin palabras.
Solo una vez creyó notar un ligero temblor, fue después de una ausencia, cuando él llegó urgente y en su apremio fue menos solícito.
Han pasado los años y el buceo en su cuerpo se ha convertido en un flotar en aguas mansas.
El duerme tranquilo y ella lee en la suave penumbra. Lee una de esas basuras que no hablan de amor, que hablan de sombras que someten y dañan. Y se asombra de como reacciona su cuerpo. 


sumisión s. f. Actitud de la persona o animal que se somete a otra y se deja dominar por ella aceptando su voluntad




jueves, 28 de noviembre de 2013








Antes del cielo, antes del cielo hay una vida. Porque el cielo es una promesa para cuando la vida acaba, eso pensaba cuando decidió que la vida no puede premiarse ni castigarse después de acabada, que es mejor premiarsela ahora en este presente de castigo continuo, por eso decidió reinventarse. 
Para la reinvención hubo que terminar con muchas cosas de esas que la acompañaban desde su "siempre" que no era otra cosa que su pasado presente, pasado imperfecto y presente pasivo. 
Donde se compra la fuerza de voluntad? Pasó mucho tiempo en San Google esperando encontrar la ecuación perfecta, el I+D. Fue cambiando pequeñas cosas, la forma de peinarse o mejor dicho de dejar de hacerlo, el color del cielo, el deseo de levantarse, el blues de los días y aprendió a quererse. Cuando aprendió a quererse aceptó la cama vacía. 
Y cuando pensó que había llegado el final, llegó él y la invitó a una caña.

                                        Si no es feliz, tal vez no sea el final.







martes, 19 de noviembre de 2013






Adela pasea entre los estantes del super, le cuesta una eternidad hacer la compra, mira y remira indecisa, todas las cajas le parecen enormes, no hay paquetes del tamaño de la soledad. Llega hasta las frutas y a escondidas coge unos granos de uva, se las come allí mientras la gente pasa. Es algo que hace a veces, cada vez más a menudo, abrir un paquete de bollos y comerse uno o de fruta. No lo necesita, está económicamente bien situada, tiene un buen trabajo con un sueldo más que suficiente, en el que está valorada por su jefe y compañeros.

Carlos aparca el coche, sale rápidamente entra en el super y va metiendo cosas en el carrito como un autómata. Tiene prisa por volver a encerrarse en esa habitación que es su vida, una vida cuadrada, de horas delante de la pantalla del ordenador escribiendo lo que mañana borrará cuando se levante. Su musa se fue con Ana, de eso hace mucho, hace tanto que no sabe quien vino antes o si vinieron juntas, lo que sabe es que ya no están. Llega hasta las frutas y coge una bandeja de uvas, estas se desparraman por el suelo, el paquete estaba abierto, algunas llegan rodando hasta los pies de Adela que las mira indiferente.

No hay música, esas músicas ñoñas que quedan bien cuando los dos se miran a los ojos y sonríen y parecen pensar "donde has estado toda mi vida?". No hay música, ni miradas, ni chico conoce chica, ni nada, porque esto es la vida y la vida no es una película. 

Lo único que si existe es el fundido a negro de todos los días.




lunes, 18 de noviembre de 2013







Aquí estoy, fuera del mapa, en el limbo. Acabado el tiempo de navegar rodeando la  costa de tu cuerpo. Adentrándome en tierra firme, buscando los atajos, marcando los cruces de caminos que me orientan, dejando besos, como pequeñas piedras que hacen que no me pierda cuando cierras los ojos y te abandonas a mis manos que roban tu calma. 
Acabado el tiempo que dura más de una noche, tú y yo desnudos, náufragos en las sábanas, donde falta el aliento pero no podemos parar de nadarnos, siempre hasta la siguiente ola que nos eleva en el horizonte, pero que al final nos devuelve a la playa, a la habitación donde las cosas me parecen nuevas porque no miro más allá de ti.
Es hora de vestirse, el mar está en calma, fuera llueve. He dejado bajo la alfombra la ternura que me ancla.



viernes, 15 de noviembre de 2013







Escribí la carta aporreando las teclas con tanta fuerza que desplazaba el teclado. Las palabras salían fácil, con esa bilis acumulada que teñía mi piel y amargaba mis días. Le conté cuanto le había amado y como mi vida se desmoronaba desde que se fue. Le recordé los días de caricias en la playa y de piel salada. Esos años sin invierno, noches de vino y de recorrer los dibujos en nuestras pieles. Le pregunté por qué me quitó la libertad, por qué me creó en las promesas, en los planes de futuros perfectos, por qué me destruyó con sus silencios. Por qué se fue con ella, la que presentí en mis sábanas.
Le conté, lloré, vomité recuerdos tan imborrables que parecían grapados en la piel. Respuestas sabidas de antemano, antes incluso de formular la pregunta.
Cuando terminé me dolía dentro, en el estómago, en los pulmones. Me dolían los dedos y los ojos. Me dolía andar, respirar, me dolía la vida.
Doblé las hojas y las metí en un sobre. Escribí su nombre despacio, dibujando cada letra, puse la dirección, pegué los sellos y salí a la calle.
La prisa había desaparecido, caminé despacio. 
En el mismo momento en que la carta atravesó la ranura del buzón, supe que le había inventado.

                                  Se lleva perder, está de moda.








jueves, 14 de noviembre de 2013







El ruido blanco llena la habitación y mantiene mi mente vacía. Sujeto mi cabeza con ambas manos, el televisor sigue zumbando. Enciendo un cigarrillo y dejo escapar el humo despacio. Miro mis pies descalzos con restos de arena.
Las imágenes danzan en mi cabeza entre la nebulosa del sueño y la certeza de ser un recuerdo.
Su mirada burlona ante mi incapacidad de hacer que se quede y después la sorpresa en sus ojos cuando el cuchillo entró frío y fácil. Todo el amor se me vino de golpe, cuando su cuerpo se abandonó en mis brazos como tantas otras veces en un último abrazo.