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jueves, 30 de agosto de 2012



A las tres de la tarde, hace calor para estar a mediados de mayo. Los cuatro grupos de personas, intentan mantener la intimidad, repartidos entre la marquesina del autobús y dos escuálidos arboles. ¡Dale un beso a mami!, ¡llama cuando llegues!, ¿cuantas veces, las mismas palabras, sobre las mismas baldosas?.

El rondará los cuarenta, las canas han empezado a aparecer, tiene los ojos azules y sus labios sonríen, hablan y besan. Ella es mas joven, no tiene ni treinta, es morena, delgada y guapa.
Están aislados, cogidos por la cintura, se miran a los ojos, se besan, él le cuenta cosas de cuando era joven, cosas que considera divertidas, ella no habla, se deja besar.

Cuando llega el autobús, el abrazo se deshace, ella sube, se sienta y apoya su mano en la ventanilla, él abajo sigue sonriendo, eleva su mano y allí están, diez dedos, como si realmente se estuvieran tocando.

El autobús arranca, la sonrisa se aleja, un te quiero mudo en los labios de él.
Ella se da la vuelta y pregunta la hora, con un hilo de voz, las tres le respondo, observo como se ovilla, coge su bolso y saca un pañuelo, es muy bonito y caro, no va con el resto de su vestuario, que es sencillo y acorde a su edad, coloca el pañuelo en su cuello y reclina la cabeza, casi inmediatamente se duerme, es un sueño sereno, como el de una niña.

El autobus llega a su destino, la gente se levanta rápido, casi se empujan para bajar, el viaje no acaba hasta que los pies tocan el suelo. Ella espera, adolece de inquietud, mira por la ventanilla, al fin se levanta y camina hacia la puerta, baja las escaleras y sus brazos la rodean, sus ojos la miran, sus labios la besan; es alto tiene el pelo canoso y los ojos castaños, ella se deja besar.